Invitan a una movilidad más justa y menos excluyente
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Invitan a una movilidad más justa y menos excluyente
Ante ciudades con acceso desigual al transporte, centradas en el coche y con decisiones políticas que ignoran el estilo de vida de los grupos sociales más vulnerables, Daniel Oviedo, especialista en transporte urbano, expuso algunas vías para promover una movilización urbana más justa.
Andrés Gallegos
El camino hacia una movilidad urbana más justa y sostenible pasa por un sistema de transporte accesible para todos los sectores sociales, que reconozca las diferentes identidades de quienes se mueven por la ciudad, promueva lazos de cuidado y solidaridad entre los ciudadanos, y contemple una activa participación política de todas las personas.
Así lo manifestó Daniel Oviedo Hernández, profesor de transporte urbano y equidad social en la¿University College London, durante su conferencia “Transiciones a la movilidad sustentable en el Sur Global. Retos, oportunidades y aprendizajes”, llevada a cabo el 22 de octubre en la Casa ITESO Clavigero, como parte de los conversatorios organizados por el Seminario Permanente de Estudios de la Movilidad Urbana Sustentable (Semus).
“Hay que pensar en una distribución más equitativa de los sistemas de transporte, reconocernos mutuamente desde quién toma las decisiones hasta quién las vive; pensar en la movilidad del cuidado, especialmente las diferencias de género y lo que tiene que ver con violencias, y generar paridad en la participación política para que las voces que no se ven en este momento, las voces de la periferia, sean consideradas”, enfatizó.
Oviedo hizo hincapié en que los actuales sistemas de transporte y movilidad continúan replicando desigualdades sociales y excluyen a las clases sociales con menos recursos. En este sentido, refutó algunas razones que suelen argumentarse para planificar la movilidad en una sociedad.
En primer lugar, rechazó que aumentar el acceso al transporte lleve consigo mayor crecimiento económico. Esto se debe a varias razones: por ejemplo las personas gastan entre 15 y 25 por ciento de su sueldo en transporte (en Lima, Perú, 15 por ciento de las familias gasta más de una cuarta parte de su dinero en trasladarse de un lugar a otro).
Además, la creación de más infraestructura para el transporte genera desplazamientos de la población más vulnerable, que además no tiene acceso a estas obras diseñadas en su mayor parte para los usuarios de automóviles (por ejemplo, las autopistas). También proliferan los sistemas informales de transporte que brindan servicio a las periferias urbanas.
“Hay que entender cómo se construyen los sistemas de transporte desde los cimientos y reconocer el rol del transporte en la reproducción de desigualdades”, dijo.
Oviedo criticó el uso de encuestas de origen destino como fundamento para proponer cambios en el transporte, ya que solo se pregunta a un sector específico de la sociedad: los trabajadores de clase media.
También apuntó contra las obras de movilidad que desconocen o atacan los asentamientos informales de la ciudad (puso el ejemplo de Ahmedabad, ciudad de la India), así como la planificación del espacio público que discrimina a la mayoría de los ciudadanos (como las obras centradas en el coche en Nassau, Bahamas).
“Es un modelo que no piensa en los riesgos climáticos y en el que la mayoría de las decisiones se piensan para adultos que van al trabajo en carro”, puntualizó.
Señaló que la toma de decisiones en movilidad urbana se hace desde arriba, de la mano de expertos que no dialogan ni conversan con los ciudadanos y con datos o evidencia técnica aparentemente neutral, pero que no toma en cuenta los detalles como “la pobreza, la desigualdad o las relaciones de poder”.
Oviedo destacó que la movilidad más justa pasa por varios puntos concretos, como crear mecanismos de transparencia para que la información llegue a las personas afectadas por alguna obra o implementación de un sistema de transporte.
También invitó a concebir una movilidad que incluya la noción de libertad, es decir, la capacidad de los ciudadanos de moverse por el espacio público gozando de seguridad vial y personal.
Con ello se reducirían casos como el de una mujer de 21 años de Mozambique, quien le reveló todas las precauciones que tomaba para moverse por la ciudad capital de Maputo: fingía ser más grande de altura o no vestía ropa que le restringiera su movilidad en caso de pelear o huir, entre otros detalles que también son cotidianos para las mujeres de México y otros países.
“Tener más ojos en la calle (…) significa que esas personas que viven el espacio se apropien de él y eso es imposible si no lo disfrutan y encuentran eso atractivo. Esto contribuye mucho más a la seguridad que poner muchos policías en la zona”, mencionó.
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